El líder Agresivo

Nunca podrás hacer feliz a todo el mundo, esta es una máxima que se repite constantemente en nuestras vidas. En el caso de un líder esto es aún peor ya que muchas veces las personas acuden a él como mediador en sus conflictos.

Esto en general nos lleva a perder la paciencia en muchos casos el que ocurran problemas recurrentes, en especial cuando los ambientes de trabajo son más estresantes que de costumbre. Es algo normal que le ocurre a todas las personas, pero es algo que debemos aprender a controlar por el bien de la organización y de nosotros mismos.

Es normal perder la paciencia cuando un problema es recurrente.

El ser humano se adapta a su entorno, por lo que si constantemente las situaciones nos obligan a perder la compostura y a reaccionar agresivamente, nos convertiremos en el tipo de persona que resuelve las cosas de manera violenta y agresiva.

Lo primero es saber si actualmente somos un líder agresivo. Algunos indicios de que estamos siendo agresivos son:

  • Al mirar a nuestro interlocutor lo hacemos intensamente y durante largo tiempo. Podemos darnos cuenta de esto si es que nuestro interlocutor se muestra nervioso o desvía la mirada.
  • Elevamos la voz fácilmente y casi sin provocación alguna.
  • Hablamos rápidamente y no dejamos que la otra persona pueda responder.
  • Cruzamos los brazos mientras nos hablan y apuntamos al hablar.
  • Nos erguimos muy por encima del otro y tratamos de vernos más imponentes con el fin de intimidar.

Si detectamos que poseemos alguna de estas características ya dimos el primer paso, lo siguiente será buscar técnicas que nos permitan controlar nuestro temperamento o enfrentarnos mejor a las situaciones. Un buen ejemplo de esto es la meditación y como nos ayuda a controlarnos a través de la respiración.

Otro buen consejo es pensar en el objetivo de la conversación que estamos manteniendo, por ejemplo si tenemos que hablar sobre un asunto específico de la empresa y notamos que la conversación se mueve hacia otros problemas de la misma, debemos detenernos y volver al tema objetivo. Eso ocurre mucho al momento de tener problemas que se repiten en la organización.

Si es que eres un líder agresivo, con asumirlo ya diste el primer paso.

Ahora bien, existe una gran diferencia entre no ser agresivo y ser pasivo. En el caso de las personas que tienen un carácter no muy fuerte o que suele tratar de agradar a todo el mundo, ocurre el caso contrario, evitan a toda costa ser agresivos lo que los lleva a tener otra clase de problemas por no poder ejercer su rol de líder.

En estos casos un poco de agresividad permite que los demás no nos pasen por encima…

Pero la pregunta entonces es: ¿Cuándo debo ser agresivo? y la respuesta es simple. Debemos ser agresivos cuando sentimos que el objetivo de la conversación, reunión o discusión que estamos teniendo no está teniendo resultado y tenemos la certeza objetiva de que el cambiar el comportamiento o situación que se discute, le hará un bien a la organización.

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Por último recordemos que el ser agresivo en nuestra forma de comunicarnos, no significa ser violentos en la forma en la que nos comportamos.

Nos vemos en una siguiente entrega.

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